lunes, 14 de septiembre de 2009

Mientras salìa el sol

La mañana se puso radiante mostrando toda su belleza natural y en cada casa las chimeneas despedían un rico olor a pollo a la brasa, papas fritas al aceite de moras. Y el cielo se hallaba impecable de un azul puro que se diría que se pintó para ese día, dando bien venido, y el dragón surgió en el horizonte como una diminuta cometa, hasta que varios minutos después se iba acercándose cada vez más grande, su sombra pasó sobre las casas. Era la hora de desayuno, el prado circular que era la plaza de armas se hallaba desierta de personas. Apenas una bandada de palomas, caminaban buscando algún gusano madrugador en alguna parte por aquí por allá; pero en un momento repentino echaron a volar como pólvora, dispersados en diferentes direcciones, espantados más bien como por el ataque de alguna cosa rara y grande. El dragón se posó suavemente en el centro de la plaza, tan enorme como una maquina haciendo temblar el suelo con sus gruesas patas provistas de garras. Las desesperadas palomas se habían refugiado en cualquier parte, muchas de ellas en las casas creyendo que era una gigantesca águila cazadora las había pillado. Todos los aldeanos que en ese momento picaban uno y otro la sabrosa carne blanca de pollo salieron de sus casas dejando a un lado los platos, disparados de un salto como corchos para averiguar qué ocurría fuera, sorprendidos a la vez por el golpe sordo contra el suelo seguidas con ráfagas del viento producido por el batir de las alas. ¿Acaso cayó del cielo un meteorito? Habían corrido también todos los niños tras los talones de sus padres. Una cosa así no siempre había ocurrido en una mañana como ésta, ni menos en Wayambray.
Wawa también corrió hasta la plaza entre tanta gente para encontrarse con Jerónimo.
Entonces una vez allí, hubo aplausos de algunas personas y otras apresuraron en conseguir una cámara para tomarse unas fotos junto al dragón. El dragón tan gallardo con aire superior acababa de plegar sus alas dando unos pasos de felino, de aquí allá, elegantemente. Pero el dragón no venía solo, un extraño bulto de fardo blanco algodonado estaba sobre su lomo como si estuviera atascado, de vez en cuando bambaleaba con cada movimiento del dragón. Y estaba ligeramente inclinado hacia delante, bambaleando de un lado para otro sobre la piel áspera del dragón, parecía una cosa sin sentido. Pero, por la forma en que se le veía, uno podía pensar, de que se trataba de una persona, y sin duda era así. Porque del bulto blanco se le salía un pie descalzo de un color bronceado intenso, bien podría haberse tratado de una persona. Era como si habría estado atrapado por tantas semanas. Hubo quienes tomaron varías fotografías, exclamando qué cosa rara como ésa estaban viendo en medio de la plaza. El jinete blanco no emitía un solo sonido para que se pensara con prontitud de que se trataba de una persona con vida. Congelaban las imágenes en diferentes posiciones, algunas personas, todavía diciendo que sin duda sería para una revista de monstruos. Otras simplemente sonreían junto al dragón y les cogía el flash.
Wawa y Jerónimo se encontraron al fin, en medio de tanta gente incluso desconocidas. Sonriendo como un par de pequeños curiosos pasearon entre las personas, inadvertidos. Dieron vueltas, por ahí a propósito y no pudieron ocultar sus grandes alegrías de volverlo a ver nuevamente después de varias semanas de ausencia, y todavía les costaba simular, cuán orgullosos y contentos estaban ahora con la aparición del dragón; y no paraban de decirles a una y a otra persona todavía emocionados con una risita tonta: “ha vuelto”. Hasta que alguien los señalaba con el dedo reconociéndolos. Mientras la pandilla de la hija del Alcalde, merodeaban como hienas hambrientas notablemente disgustados resoplando como chivatos agripados, bostezando fingidamente estar aburridos y escupiendo a cada rato en el suelo, como asqueados siempre dando vueltas por ahí, por detrás de los espectadores.
—Me pregunto quien es aquel—dijo Jerónimo refiriéndose al extraño fardo blanco lechoso que estaba encima del lomo del dragón, y que sin duda se trataba de un jinete porque el pie colgando les tenía asegurados.
—Lo mismo digo yo—respondió Wawa sin poder explicarse también (quién sería), y sin adelantarse, recordando claramente las palabras del duende Gruby.
Para Wawa y Jerónimo, sin duda era una mañana diferente por primera vez, con muchos flashes, y personas riendo o preguntándoles a menudo que, cómo se llamaba el dragón. Al cuál no sabían qué decirles ya que aún no habían encontrado un nombre apropiado para el dragón. Incluso había alguien por ahí quien les sometía como a un duro interrogatorio incómodo que les decía, como si por primera vez estuvieran realmente interesados por un dragón: “cómo así encontraron el dragón en las montañas”, cuando en realidad las montañas simplemente eran un montón de rocas y mucha nieve y nada de seres extraños, ni siquiera se le podía ver los siervos. Sin duda se trataba de algún periodista para alguna revista. Se habían echo famosos en la aldea. En fin la gente podía decir lo que le parecía, y lo que no comprendían era por qué no lo aceptaban como a cualquier otro animal que podría ser, un caballo, un perro..., en la aldea. Más que eso, para ellos seguían siendo ser mitológico, faltaba que dijeran que Wayambray era una aldea que no existía también. Parecía que no todos admitían de que la existencia del dragón era una realidad.
Todo ya era diferente desde entonces.

1 comentario:

  1. UN FAVOR A LA PNP DEL PERU ESTE LOCO ANDA SULETO DEBE ESTAR EN LIMA O NO SE RECOJANLO POR Q IMAGINATE UN NIÑO LEERA ESTA ESTUPIDES YY EN ESTA EPOCA SALUDOS DE -FRANCIA-

    ResponderEliminar